Por Eli Quezada
“Según la definición de los estoicos, si la
sabiduría no es sino guiarse por la razón y, por el contrario, la insensatez
dejarse llevar por el arbitrio de las pasiones, Júpiter, para que la vida
humana no fuese irremediablemente triste y severa, nos dio más inclinación a
las pasiones que a la razón.” Erasmo de Rotterdam.
Las pasiones nos permiten vivir con voluntad,
con energías, todos los instantes de placer de la vida, que es toda. Son las pasiones, la chispa, el combustible
vivo de nuestras células y si no es por ellas, las pasiones, estaríamos como
muertos...muertos en vida. Las metas, las visualizaciones, la creatividad, las
ideas son motorizadas por las pasiones. No en vano Hegel decretó que “Nada
en el mundo que valga la pena se ha conseguido sin pasión.”
Para ser virtuoso o simplemente para hacer bien
un oficio, un estudio, o un trabajo, se necesita
pasión: devoción, obsesión, perseverancia... hasta cierto toque de locura.
Entonces, que me disculpen los estoicos; pero hasta para guiarse de la razón se
necesita pasión. Se ha entendido
el termino pasión como referencia de
sufrimiento, padecimiento, suplicio...Ejemplo: La pasión de Cristo.
Este tema viene halado por los pelos de una
novela turca que, aunque ya había sido rodada en Telemundo Studios en Miami está basada
realmente en una novela escrita en Turquía
y grabada en Estambul en el 2008. Con un elenco de lujo como en el caso
latino*Pasión Prohibida, y del cual les dejo un artículo que hice al
respecto en aquel entonces. [i]
Nuevamente me vuelve a conmover la trama
original, por demás; y con el elenco
turco (Ask-i Memnu) en español, ‘Amor
Prohibido’... los sentimientos envueltos, las deslealtades, las culpas, las
mentiras; el desamor, los secretos guardados bajo siete llaves... en fin, los
problemas que los seres humanos nos endosamos por tomar malas decisiones o bajo
el imperio de las pasiones. O dicho de otro modo, decisiones de callar y no
hablar a tiempo. Decisiones basadas en la ignorancia de nuestros propios
deseos. Incluso, decisiones que se toman por cobardía, en algunos casos y por
exceso de soberbia en otros. Sentimientos humanos debatidos y bien personificados
que mueven a reflexión y que quiero compartir con ustedes por si a alguno les
mueve la memoria... Hay que recordar que lo importante no es caer... lo
importante es levantarse.
Lo que me gusta mucho de este drama es que no
discrimina en el aspecto socioeconómico, ni de género ni en cuanto a la edad.
Lo que pone de manifiesto que a todo ser vivo le puede llegar su hora, la hora
de la decisión, la hora de la pasión, del amor, del error, de la muerte, que al
fin y al cabo es vivir.
El amor-pasión-desamor se abre como un abanico
de influencia que alcanza a todos los niveles. Es cierto que hay un final
inesperado pero ya sabemos que causa más impacto en los lectores y/o
televidentes esa clase de desenlace.
Como si se buscaran caminos para lavar las culpas y dejar a todos contentos
como especie de moraleja. Una forma de castigo... vale decir. Se vuelve la
trilogía, culpa, pecado, perdón. O en
todo caso expiación de los ‘pecados’. Con lo cual queda claro que el
sentimiento ético pero sacro queda plasmado en el drama.
Cuando expreso que no hay discriminación entre
los personajes en conflicto lo digo porque, los amores tocan a todas las
puertas, primero, al señor viudo millonario; a la madeimoselle institutriz con
sus cartas escondidas que lo expresan; a la joven de la casa enamorada de su primo que
la estima como a una hermanita menor. -La modelo bella que ama locamente al
soltero codiciado mientras que este solo la tiene para momentos. -La joven que
cree odiar a su madre por adúltera y por ser, en parte, culpable del infarto de su padre,
quien la descubre en el acto. Esto la hace tomar la decisión de casarse con el
millonario solo para que la madre no tratara de atraparlo. Ya lo tenía en la
mira. Mejor dicho para arruinar los planes de la viuda con el viudo. Este juego
como imaginan le sale caro a la joven. No obstante hay que subrayar que no se
casa por el dinero del millonario a pesar de las quejas de la madre, quien les
recuerda que están en bancarrota; sino por molestar la. La hija contrario a la
madre no repara en el dinero. No es ambiciosa. El amante de la madre la ama
realmente pero esta lo rechaza porque no tiene linaje ni fortuna. Ante una
crisis de perder su mansión o morir decide suicidarse por la vergüenza publica
social; pero sus planes fallan y logra instalarse en la mansión de la recién
casada hija; asumiendo el viejo viudo millonario todas las deudas superfluas en
las que su suegra había incurrido. Su personaje, para mí, es el más banal. Una
mujer vacía, que vive por y para lo que digan los grupos que frecuenta y que se
mide en relación a las joyas y patrimonios que tiene la gente. Es manipuladora
de sus hijas y, ni siquiera se propone ser feliz con el hombre que la ama y con
quien ella construyo la tumba de su
esposo y padre de sus hijas.
Otro amor intenso que involucra pasiones y
conflictos... es el que siente el chofer de la casa por la joven, hija del
millonario, que a su vez, ama al primo. Todas estas pasiones engranadas se
ponen al servicio de la intriga, de las acechanzas, del suspenso... de las
huidas y escapadas... del chisme. Etc.
La culpa... sentimiento capaz de hundir al más
razonable y cabal de los seres humanos hace trizas el corazón de los
involucrados. Un instante, un segundo de locura puede llevar al abismo a
cualquiera. Por eso hay que ser cauteloso al emitir juicios de valores. Solo
hay que vivir en la tierra para cometer errores. Para tomar decisiones que nos
cuesta caro resolver... si es que se puede. En todo caso nos cuesta la
felicidad que es el fin mayor de todos.
A veces, creemos que los pecados o como los
quieran llamar son diez, y entre ellos no matar, no codiciar, no adulterar, no
robar, etc... Pero nos olvidamos de aquellos llamados ‘Pecados Capitales’; y
por algo será que son capitales. Son más fáciles de enquistarse bajo la piel y metamorfosearse
como cualidades o caracteres incluso. Recuerdo un segmento en la película de Al
Pacino, haciendo de ‘el diablo’ en “El abogado del diablo”, donde decía algo
parecido a que ‘la vanidad es un pecado en el que todos caen con facilidad’. Y
yo no diría solo la vanidad sino la soberbia, la ira, la envidia, etc.
Es esta novela una clara distribución de estas
pasiones que desgastan el alma humana. A veces pienso que si todos nos
entendiéramos y el amor no fuera como una posesión casi material del otro... los
conflictos no fueran tales. Me explico.
Si la pasión existe, se vive, se disfruta, y si no pasa al estadio del amor:
Aquel que todo lo puede, que todo lo perdona, que todo lo soporta... entonces se
dice adiós. Sin rencores, sin pleitos, sin patrañas... aceptar que no pudimos
ser el uno para el otro. Ojo, no estoy
banalizando el matrimonio. Pero no es justo vivir un montón de años sin que
exista esa chispa divina que no solo es amor, respeto o comprensión... es
pasión que explota y prende fuegos artificiales en nuestra piel.
La pasión es rubor constante... es perturbar
las vísceras cuando ves al sujeto amado; es renacer cada vez que te toca y
forman una unidad en ángulo perfecto. Es tener alas de mariposas a pesar del
tiempo o la distancia... o a pesar de tenerlo toda la vida a tu lado, seguir
vibrando como con el primer beso... gozar con el simple calor de sus manos. Deleitarse
con su risa. Reír cuando ríe. Y llorar cuando llora. La pasión nos acalora, nos
sofoca, nos pone trémulos, ansiosos, inocentes, necios. La pasión nos aleja de
la razón (tiene razón Rotterdam).
¡Qué rico es amar apasionadamente! De modo que,
invito a seguir este enunciado inteligente de Thurman: “No te preguntes
qué necesita el mundo; pregúntate qué te hace sentir vivo. Y después sal y
hazlo. Porque el mundo necesita gente que esté viva.”
EQ/eq
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